jueves, 27 de septiembre de 2012

¿La escuela permite que los niños sean creativos?

Notas de prensa, vía:http://www.todoparalafamilia.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1904:ila-escuela-permite-que-los-ninos-sean-creativos-&catid=2:padreshijos&Itemid=5 Cada vez más autores critican que las escuelas no potencian ni la creatividad ni la innovación de los niños, dos requisitos que después se piden en el ámbito laboral. La Vanguardia publicó hace unos meses un artículo sobre cómo las escuelas establecen un sistema de enseñanza, en general, rígido, en el que no se potencia la creatividad de los niños. Ken Robinson, uno de los expertos internacionales más reconocidos en el desarrollo de la creatividad y la innovación, tiene muy claro por qué a medida que crecemos dejamos de ser creativos. «Los niños arriesgan, improvisan, no tienen miedo a equivocarse; y no es que equivocarse sea igual a creatividad, pero sí está claro que no puedes innovar si no estás dispuesto a equivocarte, y los adultos penalizamos el error, lo estigmatizamos en la escuela y en la educación, y así es como los niños se alejan de sus capacidades creativas». Cada vez hay más críticos que siguen esta corriente de pensamiento, afirmando que la escuela mata la creatividad. Petra María Pérez, catedrática de Teoría de la Educación y miembro del Instituto de Creatividad e Innovaciones Educativas de la Universidad de Valencia opina que «hay numerosas investigaciones que señalan que la creatividad de los niños decrece con los años de permanencia en el sistema educativo; de forma que la curiosidad y la búsqueda creativa da paso, con el tiempo, a comportamientos más rígidos, convergentes e inflexibles». Fernando Alberca, profesor, formador de maestros y autor de varios libros, afirma que «si un maestro pide a un niño que dibuje un paisaje y el crío es muy original y pinta todo de negro, el profesor le rectifica. No está preparado para ser sorprendido y, habitualmente, no le gusta ser sorprendido. El profesor quiere que las respuestas en los ejercicios y en los exámenes se ajusten a lo que dice el libro o a lo que él ha explicado, y eso limita el potencial de los niños, los hace más torpes y menos inteligentes porque utilizan poco la imaginación. No se les deja ser creativos, y así pasa que, cuando salen de primaria, y aún más de secundaria, son menos creativos que cuando llegaron a la escuela». Petra María Pérez recuerda que el éxito escolar significa sacar buenas notas, y los niños que las sacan son quienes se adaptan al sistema educativo, quienes asimilan y repiten lo que les cuenta el profesor y siguen los patrones establecidos, arriesgando e innovando lo mínimo para no cometer errores ni hacer el ridículo. Por contra, opina Pérez, en el ámbito laboral se pide todo lo contrario: profesionales creativos, innovadoras, emprendedores y que tengan ideas originales. Ken Robinson, en sus conferencias, explica que todos los sistemas educativos del mundo se basan en una realidad del siglo XIX, donde se iba a la escuela para conseguir un trabajo, y emplean una jerarquía de temas donde las matemáticas, los idiomas o las humanidades tienen más peso que las artes, porque el objetivo es llegar a la universidad y preparar profesores universitarios. En una sociedad industrial, formarse quería decir acumular información y conocimiento para luego aplicarlo en el puesto de trabajo. Actualmente, en una sociedad en la que llegar a la información ya no es un problema gracias a las TIC, más que acumular conocimientos teóricos se necesita desarrollar habilidades y capacidades para el desempeño profesional. «Los cambios sociales y tecnológicos han modificado el mundo y ahora, tras pasar por la universidad, se obtiene un título, pero no un trabajo, y en el mundo laboral se pide una inteligencia diversa, mientras que el sistema educativo merma algunas capacidades». Pérez señala que «el ser humano necesita la creatividad para llegar a la solución de los problemas. Decimos que el emprendimiento es el futuro, pero en el sistema educativo actual lo anulamos, porque cuando un niño contesta algo distinto a lo esperado, los maestros le corrigen, y así van cercenando su capacidad de ser creativos e innovadores». Remarca que no se trata de criticar la actitud ni el trabajo de los profesores, sino de cuestionar los métodos de enseñanza. «Tal como funcionan hoy la mayoría de colegios, si un chaval resuelve un problema de matemáticas o de física siguiendo los pasos adecuados, como le han explicado, aunque se equivoque en el resultado el maestro valora el ejercicio. En cambio, si llega a un resultado bueno pero por otros métodos, sin seguir el procedimiento, no se da por bueno». Eso, según explica, hace que se fomente la repetición en lugar de la creación, que se promueva la acomodación en lugar de la experimentación y que los niños y jóvenes acaben por no arriesgarse a pensar diferente por miedo al error. Alberca apunta que “no es que en clase cada alumno deba contestar lo que le parezca, sino que el profesor debe tener en cuenta el factor humano, y que hay niños que utilizan una lógica distinta, la de la imaginación”. Muchos de estos niños acaban abandonando la escuela, y no porque no sean brillantes, si no porqué tienen una lógica distinta, remarca Alberca. Destaca también que no todos los profesores niegan esa creatividad en niños, el problema es que tienden a ser expulsados del sistema, porque en lugar de considerarlos más creativos se les suele tildar de extravagantes y se les reprocha que no enseñen “las cosas importantes”. Alberca propone introducir asignaturas sobre creatividad en el aprendizaje o la imaginación como herramienta para la resolución de problemas en todas las escuelas de formación del profesorado. Con esta medida, asegura, los estudiantes, y sus resultados académicos, serían mejores, «porque hoy en el ámbito escolar triunfan los menos imaginativos, pero después vemos que muchos de los grandes profesionales a los que admiramos por su inteligencia y creatividad no sacaban buenas notas en el colegio».

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